La Brecha que Duele: adaptarse a la nueva directiva de Reportes de Sostenibilidad de la UE

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Belén Zermatten - Directora ESG & Sustainability en Pwc Argentina.

(*) Por Belén Zermatten

Los primeros reportes publicados bajo la nueva Directiva de Reportes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD) en la Unión Europea evidencian un cambio profundo en la forma en que las empresas comprenden y comunican su impacto. Este estándar, que ya alcanza a cientos de empresas europeas y que próximamente impactará a miles más en todo el mundo, plantea un nivel de exigencia muy superior al que hoy se observa en América latina. En este contexto, vale la pena preguntarse: ¿cómo se posicionan las empresas argentinas frente a estos criterios? ¿Qué tan preparadas están? ¿Qué brechas existen en términos de contenidos, profundidad, estrategia y gobernanza?

Las diferencias entre los informes publicados en Europa y los reportes que actualmente desarrollan las compañías argentinas son marcadas. En primer lugar, mientras que en Europa el proceso de reporte está siendo impulsado por una regulación vinculante, en Argentina sigue siendo, en la mayoría de los casos, un ejercicio voluntario. También se observa un mayor nivel de detalle y profundidad en los documentos europeos, tanto en la cantidad de impactos, riesgos y oportunidades identificados como en la extensión y robustez del contenido.

Otro contraste significativo es el nivel de verificación externa: muchas empresas europeas están optando por auditorías de seguridad razonable sobre indicadores clave, algo que aún no es común en nuestro país. Finalmente, Europa comienza a integrar en sus reportes temas emergentes como inteligencia artificial, ciberseguridad o conducta corporativa, lo cual todavía no se ve reflejado de forma sistemática en la agenda de sostenibilidad local.

Los desafíos para alcanzar un nivel de reporte similar al europeo en Argentina son múltiples y van más allá de lo técnico. Uno de los principales obstáculos es la falta de integración entre la sostenibilidad y la estrategia del negocio. En muchas empresas locales, el reporte sigue siendo una práctica aislada, limitada a una función específica sin conexión directa con la planificación o la gestión de riesgos. A esto se suma la escasez de recursos técnicos y financieros, especialmente en medianas y pequeñas empresas, para medir adecuadamente sus impactos y construir sistemas de trazabilidad. El contexto macroeconómico complejo y la falta de incentivos regulatorios también juegan un rol. En este escenario, avanzar hacia modelos más exigentes requiere no solo voluntad corporativa, sino también un entorno institucional que acompañe.

A nivel temático, muchas compañías argentinas todavía tienen pendiente abordar cuestiones clave que ya están en el centro de la agenda europea.
Por ejemplo, la medición y reporte de emisiones indirectas (alcance 3) sigue siendo una deuda en casi todos los sectores. Lo mismo ocurre con los Derechos Humanos en la cadena de valor, las condiciones laborales, la diversidad y la inclusión, y el impacto comunitario, particularmente en territorios con presencia de actividades extractivas o industriales. También es limitado el abordaje de temas vinculados a ética empresarial, tecnología, privacidad o inteligencia artificial, que comienzan a ser considerados materiales por el entorno regulatorio y financiero global. Esta brecha temática limita la comparabilidad y la utilidad de los informes como herramientas para la toma de decisiones.

Otro punto crítico es el modo en que se seleccionan los indicadores de sostenibilidad que se reportan. En muchos casos, los criterios no están alineados con la verdadera criticidad del sector o del modelo de negocio, sino que responden a la disponibilidad de datos o a la imitación de reportes de otras compañías.

Esta desconexión lleva a que sectores con alto impacto ambiental o social no incluyan indicadores relevantes sobre agua, emisiones, biodiversidad o condiciones laborales. Además, todavía son escasas las iniciativas que adapten marcos internacionales a las realidades locales, lo que dificulta la estandarización sectorial. La CSRD, en cambio, impulsa una lógica inversa: exige que la materialidad sea específica, contextualizada y alineada a la exposición real de cada compañía. Esa precisión es uno de los grandes desafíos para el ecosistema argentino.

Cerrar esta brecha no es solo una cuestión de cumplimiento, sino una oportunidad estratégica. Adoptar una mirada más rigurosa y contextualizada de la sostenibilidad permitiría a las empresas argentinas anticipar riesgos, mejorar su competitividad en mercados internacionales y construir relaciones más transparentes con sus grupos de interés. Desde PwC, creemos que el camino hacia un reporte más robusto es también un camino hacia una gestión más inteligente, más responsable y más alineada con las demandas del mundo que viene.

(*) Es Directora ESG & Sustainability en Pwc Argentina.

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