(*) Por Nicolás A. Jerkovic
Conocí el mundo de la sostenibilidad en el año 2009, y desde ese mismo momento creí que para el sector privado la sostenibilidad tenía que ser una cuestión de negocios. En ese momento era mal visto decir que la Responsabilidad Social tenía que representar un negocio para la empresa (o al menos así lo percibía yo).
Sostenibilidad, sustentabilidad, responsabilidad social… más allá del nombre (y de sus diferencias técnicas), se trata de actuar dentro de los límites ecológicos de la naturaleza y con un comportamiento ético que promueva el bienestar social en todas sus dimensiones. Sin embargo, lograrlo en el marco del sistema económico y productivo actual es extremadamente difícil, sino imposible. A esto se suma la incertidumbre metodológica sobre cómo alcanzar esa sostenibilidad, en un contexto donde abundan los “expertos” que venden soluciones dudosas.
Ser sostenible no admite medias tintas. Se es o no se es. En todo caso, en el medio, deberíamos hablar de “transiciones” o “aspiraciones”. Sabemos que en este mundo la sinceridad “no garpa”. ¿Ser o parecer?… ¿Ser y parecer? Para parecer… hay que hacerse ver, hay que mostrarse. Para ser… no hace falta parecerlo. En este juego de palabras, las empresas necesitan mostrarse para vender, y la sostenibilidad se ha vuelto una linda herramienta de marketing. A las empresas les encanta comunicar sus prácticas de responsabilidad social.
El problema surge cuando las prácticas de comunicación y marketing amplifican “el parecer” al nivel de mostrar a las empresas como “sostenibles” cuando no lo son. Es decir, al final del camino terminan siendo sólo una “apariencia”… como un oasis en medio del desierto. Quizás este sea uno de los motivos por el cual el promedio de la gente descree de la responsabilidad social y dice: “Y esto a quién le importa”, “Esto todo humo”.
Las empresas quieren ganar dinero. Este es su principal propósito a la fecha. Entonces… para
que las empresas dejen de parecer y realmente sean sostenibles, ¿La sostenibilidad debería
representar necesariamente un negocio con retorno económico? En el contexto actual, definitivamente sí, excepto se trate de empresas con un propósito claro, una razón de existir, por el cual prioricen la ética del bienestar social y cuidado de la naturaleza.
Imagínense la siguiente empresa: mientras más ventas/ingresos tiene, mayor bienestar social y restauración de la naturaleza genera. Una empresa naif (ingenua) dirían unos cuantos.
Este tipo de empresas casi no existen, muy pocas son. Y cuando digo muy pocas, también
hay que tener cuidado de las “empresas con propósito” que aparentan ser sostenibles.
¿Qué ocurrió en los últimos 20 años? La sostenibilidad económico-social-ambiental se ha vuelto, y cada vez más, un riesgo financieramente relevante. Es decir, parece que empieza a haber negocio, y empieza a haber necesidad de integrarla a la estrategia general de la empresa. Lo que antes era un tema más de carácter filantrópico y asistencialista, está convirtiéndose en un factor de análisis de riesgo financiero sistémico, especialmente en lo vinculado al cambio climático y la estabilidad del sistema financiero internacional.
Hace 20 años que trabajo en auditoría y consultoría, reconozco que siempre me han subestimado la posibilidad de vender servicios profesionales en sostenibilidad. Me decían
“No hay negocio”. O: “Cuando las grandes consultoras tengan esta unidad de negocio, es porque hay negocio con la sostenibilidad.” En parte tenían razón. No había negocio para
cualquiera, y no lo había para los grandes jugadores que mueven la economía. Pero esto está cambiando. Ahora las grandes consultoras mundiales están desarrollando unidades de negocio y equipos especializados en sostenibilidad. Esto antes no ocurría, en sus páginas webs estos servicios estaban ausentes.
¿Es bueno o es malo que haya negocio en la sostenibilidad? Depende. “Por la plata baila el mono” dice el refrán. Y si la sinceridad “no garpa”, entonces muchas veces las apariencias alcanzan. Si el éxito -para personas y empresas- se mide sólo en términos de dinero, sabemos que esta prioridad puede condicionar y generar un “conflicto de interés”: ¿Tener más dinero o generar mayor bienestar social y ambiental? Esto significa que con el afán de obtener mayor riqueza económica podemos caer en la trampa de creer que estamos cambiando las cosas sin que nada esté cambiando en la realidad. El vincular la sostenibilidad al retorno económico parece ser parte de una transición inevitable.
Una forma -pragmática aunque no la ideal en mi opinión- de empezar a reconocer que la economía no es independiente de la sociedad y la naturaleza. Al contrario: su crecimiento (y su decrecimiento) depende de ellas. No obstante será la naturaleza, y el ritmo de pérdida de biodiversidad existente, quien nos definirá si los tiempos de esta transición son suficientes.
(*) Consultor independiente, con más de 20 años de experiencia en consultoría y auditoria con foco en Estrategia, Reporting, Riesgos, Auditoría Interna, y Finanzas Sostenibles. Es Contador Público, CIA, CRMA, MBA, MSc Cambio Climático.
