(*) Por Mariana Schoua
Las altas temperaturas en invierno, los veranos cada vez más calurosos, el impacto de las inundaciones y sequías dejaron de ser algo anecdótico o meras proyecciones. Es evidente que el cambio climático está afectando los ecosistemas, las comunidades, nuestra vida y, por ende, la economía, a un paso acelerado.
Sin ir más lejos, durante el año pasado, la temperatura media global alcanzó por primera vez los 1.6°C respecto a niveles preindustriales, superando el límite de 1.5°C establecido por el Acuerdo de París. Es más, en 2025 se marcó un récord luego de haber registrado el enero más cálido de la historia, anticipando un período de dos décadas de temperaturas que podrían mantenerse por encima de este umbral crítico. Cada décima de grado importa, y marca la diferencia entre la desaparición de los arrecifes de coral, la pérdida masiva de biodiversidad y el impacto en millones de personas en todo el mundo.
En este contexto, América Latina enfrenta desafíos particularmente graves.La región genera solo el 11,3% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, sin embargo, es una de las más afectadas, padeciendo cerca de tres cuartas partes de los eventos climáticos extremos registrados en los últimos años. Sin ir más lejos, la Amazonia, reguladora del clima y la hidrología continental, corre riesgo de degradación irreversible, con impactos directos sobre los niveles de lluvia, la biodiversidad y las comunidades locales.En Argentina, vemos cómo la deforestación y los fenómenos climáticos extremos ya han afectado la productividad agrícola e industrial, recordándonos que no hay economía posible sin ecosistemas saludables.
Por otro lado, si bien podemos decir que la Amazonia es el pulmón del mundo y un pilar fundamental para la estabilidad climática, los océanos cumplen un papel aún más decisivo. Estos capturan hasta diez veces más dióxido de carbono que la selva amazónica y regulan el clima global. Su equilibrio sostiene la vida del 40% de la población mundial que vive en zonas costeras y garantiza el sustento de más de 3.000 millones de personas que dependen de sus recursos.Más allá de eso, hoy, se encuentran ante una crisis silenciosa que amenaza sus ecosistemas, siendo el aumento de su temperatura y las más de 10 millones de toneladas de plástico que terminan en sus aguas cada año, los principales factores.
En este contexto, la responsabilidad no recae únicamente en los gobiernos. El sector privado tiene un rol clave como motores de la economía y del cambio. Incorporar prácticas sostenibles y regenerativas en los modelos de negocio representa una necesidad ambiental y un requisito fundamental para garantizar mejores niveles de competitividad en mercados cada vez más exigentes.
Aún con el compromiso empresarial, la acción climática precisa de un esfuerzo conjunto con el sector público. Resulta clave trabajar por políticas públicas claras y coherentes para acompañar la transición hacia un modelo de producción y consumo sostenible. No podemos ignorar la magnitud del desafío climático, ni retrasar sus soluciones, ya que solo pondremos en riesgo nuestro futuro y el de las próximas generaciones.
Hace más de un cuarto de siglo, AmCham impulsa que el sector privado sea el protagonista de esta transformación, articulando con organizaciones, comunidades y organismos públicos. Cada año, el Premio Ciudadanía Empresaria (PCE) nos recuerda que existen caminos posibles. De hecho, el próximo 12 de noviembre –en medio de la COP30 en Belém, Brasil-, nos reuniremos junto a otras empresas, referentes del sector público y de la sociedad civil en una nueva Ceremonia de Premiación y Cena para reconocer y celebrar a aquellas que innovan y contribuyen a la regeneración de ecosistemas y comunidades, y que, además, nos inspiran a repensar nuestras prácticas y transformar nuestros modelos de negocio.
Hoy más que nunca, en el Día Internacional contra el Cambio Climático, debemos recordar la importancia de alinear esfuerzos entre gobiernos, empresas y sociedad civil en pos de construir un ecosistema empresario más responsable. El motor de los negocios puede y debe ser también el motor del cambio hacia un mundo más sustentable y regenerativo. La oportunidad de actuar está delante de nosotros y aprovecharla es una responsabilidad compartida que no podemos postergar.
(*) Es presidente de AmCham Argentina y CEO de Aconcagua Energía Generación.
