Normas ISO y sostenibilidad: una oportunidad estratégica que exige compromiso real

Por Rodolfo Rey Blanco

En un contexto de creciente presión regulatoria y demanda de transparencia, las normas ISO se consolidan como herramientas clave para gestionar la sostenibilidad empresarial. Expertas en normalización analizan ¿Cuál es su valor estratégico? y ¿Cuáles son los riesgos de adoptarlas sin un compromiso real? Participar en su desarrollo ya no es opcional: es parte del juego.

En el actual escenario de transición global, donde convergen nuevas regulaciones, exigencias de transparencia y riesgos operativos derivados del cambio climático, las normas internacionales ya no son un accesorio técnico, sino un componente central de la estrategia empresarial. Así lo dejaron claro María José Alzari, coordinadora de Transparencia y Licencia Social del CEADS, y Adriana Rosenberg, presidenta de comités estratégicos en IRAM, durante una reunión organizada por el Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo Sostenible (CEADS) con foco en sostenibilidad y gobernanza.

El encuentro se centró en el análisis de normas clave como la ISO 26000, que establece directrices para la responsabilidad social, y el borrador de la nueva ISO 52001, aún en discusión, que propone un sistema de gestión alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

María José Alzari – CEADS

Aunque no todas las normas son certificables, ambas expertas coincidieron en que su valor no pasa por el sello, sino por su capacidad de ordenar procesos, construir credibilidad y brindar garantías a partes interesadas.
“El desafío no es adoptar normas por moda o presión externa, sino entender que son herramientas para mejorar la gestión y anticipar riesgos. No se trata de decir que somos
sostenibles, sino de poder demostrarlo”, señaló Alzari, al tiempo que subrayó que muchas veces se subestima la utilidad de aquellas normas que solo brindan lineamientos: “Incluso las que no se certifican pueden mostrar evidencia clara de compromiso”.

Rosenberg, con larga trayectoria en procesos de normalización, remarcó que la vigencia de la ISO 26000 —confirmada por cuarta vez en 2025— demuestra su utilidad: “Es una Norma que sigue siendo actual porque establece principios sólidos, adaptables a contextos diversos. Muchas empresas la usan como guía porque les permite estructurar su enfoque de responsabilidad social sin perder flexibilidad”.

Sobre el borrador de la ISO 52001, en elaboración junto al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ambas voces aportaron miradas complementarias. “La intención de integrar los ODS en la gestión es valiosa, pero hay que tener cuidado con normas demasiado amplias o abstractas que no puedan aplicarse seriamente”, advirtió Alzari. Rosenberg, en cambio, destacó que se están logrando consensos en los comités técnicos: “Es una oportunidad para que el sector privado tenga voz en la definición de marcos globales. Participar de estos procesos no es un formalismo, es una inversión estratégica”.

Adriana Rosenberg – IRAM

La agenda de sostenibilidad hoy no puede disociarse de los grandes temas ambientales. Tanto el cambio climático como la biodiversidad fueron señalados como ejes que deben integrarse en la estrategia de las compañías. “Ya no alcanza con gestionar la energía o reducir emisiones. La pérdida de biodiversidad es una amenaza concreta y todavía cuesta incorporarla con la misma fuerza”, sostuvo Alzari. En esa línea, Rosenberg recordó que existen normas ISO específicas para ambas temáticas, como las desarrolladas por el comité técnico ISO 207 para gestión ambiental y gases de efecto invernadero, y las más recientes del comité ISO TC 331 sobre biodiversidad.

Un aspecto en el que ambas expertas coincidieron con énfasis es en la necesidad de que el empresariado argentino se involucre más activamente en los procesos de normalización,
tanto a nivel nacional como internacional. “Todavía hay sectores que ven a las normas como un producto final que llega de afuera. Pero todo ese proceso está abierto a la participación. Si las empresas no están, las reglas igual se escriben, pero sin su mirada”, afirmó Alzari.

Rosenberg fue aún más clara: “Las normas no son documentos técnicos aislados. Definen buenas prácticas, habilitan acuerdos y establecen un lenguaje común para el mercado. Quedarse afuera es ceder margen de acción”.

Frente a discursos sobre sostenibilidad que se multiplican sin mucha sustancia, las normas ISO pueden ser un punto de apoyo concreto. Lo que está en juego, en definitiva, no es solo
cumplir con una expectativa, sino ser parte activa de la construcción de marcos legítimos,
útiles y posibles.

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