De la gestión ambiental al bienestar social: los compromisos empresariales

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2da. parte: Nota central del Informe del Mapa de la Sustentabilidad en Argentina 2025

Ambiente y seguridad: Balance entre avances y desafíos pendientes

En el terreno ambiental, las empresas argentinas exhiben altos niveles de compromiso, consolidando muchos de los avances logrados en años anteriores. En línea con el dato del año anterior, un 84% de las compañías mide su huella de carbono (ya sea corporativa o de productos), reconociendo que la cuantificación es el primer paso para gestionar el impacto ambiental. Esta proporción, que se ha mantenido estable, indica que prácticamente todas las grandes empresas –y muchas medianas– han incorporado herramientas de medición de emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) como parte de su gestión. El GHG Protocol (Protocolo de GEI) sigue siendo el estándar más utilizado para contabilizar emisiones en los alcances 1, 2 y 3, permitiendo evaluar de forma integral tanto las emisiones directas de las operaciones como las indirectas a lo largo de la cadena de valor. Además, cerca de ocho de cada diez empresas complementan esta medición con certificaciones ambientales internacionales: varias mencionan la norma ISO 14064 para inventarios de GEI, ISO 14001 para gestión ambiental o ISO 50001 para eficiencia energética; otras adhieren a iniciativas como Science Based Targets (SBTi) para establecer objetivos de reducción.

Los esfuerzos de reducción de emisiones acompañan a la medición. Un 77% de las empresas indica tener ya estrategias de reducción de emisiones en marcha, y otro 15% está en proceso de desarrollarlas, lo que significa que más del 90% asumió el reto de disminuir su impacto climático. Esto puede verse en acciones concretas: Toyota Argentina, que avanzó en su Desafío Ambiental 2050: la automotriz ya opera con un 100% de electricidad de origen renovable –parte de la cual autogenera con paneles solares en su planta de Zárate– y despliega programas como EcoDealer, orientado a que sus concesionarios a lo largo del país adopten también sistemas de gestión ambiental y energías limpias. A partir de este programa varios de sus concesionarios incorporaron paneles solares y prácticas de reciclado.

Incluso en sectores tradicionalmente de alta huella, como Oil & Gas, se observan movimientos importantes. Shell Argentina, está enfocada en mejorar sus indicadores ambientales a través de tecnologías de reducción de venteo de gas, programas de eficiencia en el uso de agua en sus perforaciones y la compensación de parte de sus emisiones residuales mediante bonos de carbono.

Más allá de carbono, las empresas locales también atienden otras dimensiones ambientales: gestión de residuos, eficiencia en el uso del agua y protección de la biodiversidad se mencionan en muchas estrategias. Por supuesto, los esfuerzos no son uniformes y existen rezagos. Aún un pequeño porcentaje de empresas, cerca del 7%, no cuenta con una política ambiental formalizada ni ha comenzado a medir su huella de carbono. Las empresas líderes señalan que invertir en eco-eficiencia y mitigación del impacto fortalece su competitividad: reduce costos operativos, asegura el cumplimiento regulatorio y mejora su reputación de marca ante consumidores cada vez más atentos a la huella de los productos que compran.

En cuanto a Salud y Seguridad Ocupacional, que completa el eje de “Ambiente y Seguridad”, la gran mayoría de las empresas –en torno al 95% según los datos del año anterior– cuenta con sistemas de gestión integrales de salud, seguridad y medio ambiente (HSE) implementados, muchos de ellos certificados en normas internacionales. Estos sistemas incluyen comités mixtos de seguridad y salud que se reúnen periódicamente para evaluar condiciones de trabajo y proponer mejoras; también contemplan auditorías internas y externas que ayudan a identificar riesgos emergentes y verificar el cumplimiento de protocolos. En 2025, el 39% de las compañías mencionan un enfoque creciente en temas emergentes de salud laboral, como la salud mental, la prevención del estrés crónico y la promoción del bienestar integral del empleado.

Si bien aspectos clásicos como la prevención de accidentes y enfermedades físicas continúan
siendo prioritarios las empresas comienzan a incorporar programas de detección y acompañamiento en riesgos psicosociales. A pesar de los logros en ambiente y seguridad, las compañías reconocen que no pueden dormirse en los laureles. En las entrevistas cualitativas del Mapa 2025 aparece con fuerza la noción de evitar retrocesos: consolidar lo alcanzado en temas ambientales a pesar del contexto político y seguir avanzando en nuevos compromisos.

Inversión social privada: Del compromiso corporativo al impacto comunitario

El 82% de las compañías lleva adelante programas de inversión social, frente al 98% registrado en la edición 2024. Esta reducción se explica por presupuestos más acotados y por la suspensión de iniciativas comunitarias que no estaban vinculadas al core del negocio. La tendencia actual es focalizar los esfuerzos en proyectos alineados con la actividad principal y el expertise de la empresa, dejando atrás prácticas que no se vinculaban con la estrategia.

Al llevar los proyectos a la práctica, uno de los principales desafíos (mencionado por más del 33% de las compañías) es que respondan a necesidades locales reales y no a soluciones “importadas”. Para lograrlo, refuerzan el diálogo con la comunidad desde el inicio mediante consultas, talleres y diagnósticos participativos. Empresas de infraestructura como TGS y TGN trabajan en esta línea: TGS colabora con comunidades rurales cercanas a sus gasoductos para mejorar servicios básicos como agua o electricidad, articulando con gobiernos y OSC; mientras que TGN orienta su inversión social a la educación técnica de jóvenes en sus zonas de operación, con equipamiento, becas y voluntariado, generando oportunidades educativas y laborales que también fortalecen la base de talentos de la industria.

Otro desafío común es medir el impacto real de los programas comunitarios, para poder comunicarlos con transparencia y mejorarlos continuamente. Aquí se observan progresos significativos: prácticamente todas las empresas, 95,6%, que llevan adelante inversión social tienen alguna forma de medir el impacto de sus iniciativas. Muchas utilizan indicadores de resultado específicos (por ejemplo, número de beneficiarios directos, porcentaje de mejora en un indicador social dado, etc.) junto con indicadores de gestión (cumplimiento de cronogramas, fondos ejecutados vs planificados, satisfacción de beneficiarios, etc.). Incluso algunas empresas están incorporando metodologías más sofisticadas, como análisis de SROI (Social Return on Investment), encuestas de línea de base y línea de seguimiento en comunidades, y evaluaciones externas independientes. El objetivo es asegurar la sostenibilidad y eficacia de los proyectos. Esta gestión adaptativa basada en evidencia es un signo de madurez en el campo de la responsabilidad social empresaria local.

La colaboración intersectorial emerge aquí como otro elemento fundamental: Muchas de estas iniciativas se articulan en conjunto con organizaciones de la sociedad civil (ONGs,
fundaciones) y con el sector público. De hecho, 83% de las empresas implementa sus
programas de sustentabilidad en colaboración con el tercer sector, aprovechando el conocimiento territorial y la llegada comunitaria de estas entidades. En cuanto a la articulación público-privada, si bien el 75% de las compañías reporta trabajar con gobiernos, principalmente locales, en temas comunitarios, este porcentaje bajó desde el 91% que se observaba el año anterior. La disminución sugiere que algunas empresas están reorientando esfuerzos hacia proyectos más autónomos o focalizados, quizás por coyunturas económicas y políticas.

Un componente de la inversión social privada importante es el voluntariado corporativo, por su capacidad de involucrar al capital humano de la empresa en la misión social.
Cerca del 76% de las empresas cuenta con programas formales de voluntariado, a través de los cuales sus empleados dedican tiempo y habilidades a causas solidarias con el apoyo institucional. Esto representa un ligero aumento respecto al año anterior. Las modalidades varían: algunas compañías brindan laborables para que sus colaboradores participen en actividades de ONG de su elección; otras organizan jornadas masivas de voluntariado corporativo enfocadas en una causa alineada al negocio.

Un ejemplo, es YPF Luz que impulsa un programa en el que su personal técnico y profesional participa como voluntario en proyectos que llevan energía a comunidades rurales sin acceso. Han instalado paneles solares en escuelas y brindados talleres sobre uso seguro y eficiente de la energía.

En suma, la inversión social privada en 2025 se caracteriza por proyectos más estratégicos, alineados y participativos, pero también enfrenta el reto de escalar su impacto en un contexto social con múltiples urgencias.

Reportes de sustentabilidad: Transparencia con propósito y nuevos estándares

La comunicación de avances en sustentabilidad es tan relevante como la gestión misma, y el Reporte de Sustentabilidad se consolidó como herramienta esencial de rendición de cuentas y planificación. Según el Mapa 2025, el 85% de las empresas publica reportes con regularidad (anual o bienal), frente al 80% del año pasado, y un 7% prepara su primer informe. Menos del 8% aún no reporta, principalmente por falta de recursos.

No todos los reportes tienen el mismo alcance: el 38% incorpora verificación independiente y el 36% auditorías externas. Además, un 59% afirma que la adopción de criterios ASG transformó la elaboración de sus reportes, generando documentos más estructurados, con foco en riesgos y en los temas materiales.

También mejoró la calidad y comparabilidad de las métricas divulgadas, gracias a estándares como GRI y SASB. Hoy se reporta con mayor precisión sobre huella de carbono, agua, residuos, seguridad laboral, diversidad e inversión social. Los informes incluyen tanto logros como desafíos pendientes, reflejando mayor transparencia.

Finalmente, crece la adopción del Reporte Integrado, ya utilizado por compañías como Andreani, Telecom, Banco Galicia y BBVA Argentina. En conjunto, el panorama 2025 muestra no solo más reportes, sino también reportes de mejor calidad, con estándares internacionales, verificación externa e integración creciente entre la información financiera y no financiera.

Mirando a 2030: acelerar el paso

El Mapa 2025 deja en claro que las empresas argentinas avanzaron en institucionalizar la sustentabilidad y en profesionalizar su gestión. Pero también muestra que el ritmo no alcanza: mientras algunas dimensiones maduran (clima, indicadores, reporte), otras se estancan o retroceden (diversidad con metas, inversión social, articulación público-privada).

De cara a la próxima década, salud laboral e inversión social deben leerse de manera integrada bajo una lógica de bienestar ampliado. La competitividad empresarial dependerá no solo de contar con colaboradores protegidos y motivados, sino también de operar en comunidades resilientes. La agenda 2030 plantea un reto claro: pasar de iniciativas fragmentadas a estrategias integrales que combinen inclusión, seguridad física, salud mental, desarrollo de talento y apoyo comunitario. En un país como Argentina, donde la inestabilidad económica golpea, las compañías que logren mantener su compromiso construirán ventajas difíciles de igualar: atraerán y retendrán talento, fortalecerán la licencia social para operar y se posicionarán como actores fundamentales para el desarrollo sostenible.

Mirada transversal: 2024 vs 2025
Comparar los resultados del Mapa 2024 y 2025 permite entender cómo evolucionó la agenda corporativa de sustentabilidad en Argentina.
Universalización de la estrategia. En 2024 la sustentabilidad ya era prioritaria para más del 90% de las compañías. En 2025, la cifra trepa a casi la totalidad, con un salto de 94% a 98% en estrategias en implementación. Incluso las rezagadas o las PyMEs que se incorporaron al relevamiento ya se ven obligadas a adoptar este enfoque. La sostenibilidad pasó a ser parte del ADN empresarial estándar.
Diversidad con meseta. El porcentaje de empresas con metas cuantitativas en diversidad e inclusión bajó de 68% a 61%. La caída refleja cautela en un contexto económico complejo. Sin embargo, hubo más compañías que revisaron y ajustaron sus planes, lo que indica aprendizaje: menos cuotas rígidas, más trabajo cultural y cualitativo hacia adentro.
La irrupción de la Inteligencia Artificial. Ausente en 2024, en 2025 más del 80% de las empresas explora o implementa IA en procesos vinculados con sustentabilidad: desde optimizar rutas logísticas hasta analizar datos para diseñar productos más sostenibles. La digitalización, en sus distintas formas, se convirtió en aliada de la agenda verde.
Alianzas en redefinición. La cooperación con gobiernos locales mostró una caída significativa: del 91% en 2023 al 75% en 2024–2025. En contraste, la colaboración con ONGs se mantuvo alta, superando el 80%. La co-creación con comunidades se consolida como principio, pero el balance entre Estado, tercer sector y sector privado sigue en ajuste fino.
Gobernanza: del piso al techo. Los niveles de adhesión a políticas de integridad e instancias de compliance se mantuvieron casi idénticos y en valores muy altos. La diferencia la marca la calidad: algunas compañías avanzan con sistemas de compliance que integran métricas ASG e incluso IA para monitorear riesgos, mientras otras todavía funcionan con esquemas básicos. El piso se mantuvo, pero el techo subió: el desafío ahora es estandarizar esas mejores prácticas en todo el tejido empresarial.
Ambiente: continuidad con señales de futuro. Los indicadores duros se mantuvieron estables pese a la crisis, un logro en sí mismo. Aunque no hubo gran salto en compromisos net-zero, emergieron conceptos como biodiversidad, economía regenerativa y riesgos financieros asociados al clima. 2025 funcionó como año de consolidación y preparación para nuevas ambiciones.
Reporte y transparencia. Más empresas reportan, más adoptan estándares internacionales y más apuestan por informes integrados. La diferencia cultural está en la transversalidad: si antes era tarea de un área aislada, hoy finanzas, recursos humanos y operaciones también participan del proceso de rendición de cuentas.
Este año se consolida la universalización de la sustentabilidad y trae la IA al centro de la conversación. Quedan desafíos en diversidad, alianzas y compromisos ambientales de próxima generación. El camino está trazado, pero las metas a 2030 exigirán acelerar el paso.

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