El financiamiento climático alcanzó los US$ 2 billones en 2024, pero América Latina capta menos del 5% pese a poseer el 40% de la biodiversidad mundial. Expertos advierten que la región debe fortalecer su gobernanza ambiental, la trazabilidad de proyectos y la cooperación público-privada para competir por el capital que hoy se disputa a escala global.
El flujo de capital destinado a proyectos sostenibles ya es un fenómeno estructural de la economía global. Fondos de inversión, bancos y aseguradoras están integrando el riesgo climático en la evaluación financiera de activos, lo que consolida a las finanzas verdes como una vía clave para preservar valor y acelerar la transición hacia modelos más resilientes.
“Las finanzas verdes ya no son un nicho: el mercado reconoce que cuidar el ambiente es cuidar el capital”, afirmó Jimena Calvo, socia de Insight LAC, durante la mesa de diálogo “Cuando el mundo invierte en verde: ¿qué oportunidades hay para Argentina y América Latina?”, organizada por la consultora.
Según el último informe del Climate Policy Initiative (CPI), el financiamiento climático global alcanzó en 2024 los US$ 2 billones, superando los niveles del año anterior. No obstante, los países emergentes (sin China) acceden solo al 10% de esos fondos y América Latina capta menos del 5%. Brasil concentra cerca del 60% del capital verde que llega a la región.
El contraste es aún más llamativo si se considera que Latinoamérica concentra cerca del 40% de la biodiversidad mundial, vastas reservas de agua dulce, capacidad productiva y recursos estratégicos que la posicionan como un actor clave en la economía verde global. A pesar de ello, recibe solo una porción mínima del capital climático internacional.
“Argentina necesita fortalecer su gobernanza ambiental, contar con métricas confiables y mayor trazabilidad tecnológica si quiere competir por estos fondos. Los inversores buscan certeza, datos y reglas claras”, sostuvo Calvo. Agregó que “la región tiene el potencial para transformar sus ventajas naturales en ventajas competitivas, pero debe avanzar hacia mecanismos de medición, verificación y rendición de cuentas que los inversores exigen”.
Los recursos destinados a sostener la transición climática provienen principalmente de fondos climáticos internacionales, banca multilateral y bilateral, inversores institucionales con mandatos ASG, fondos soberanos orientados a transición energética e innovación, y del mercado de capitales, que hoy canaliza la emisión de bonos verdes, sociales y sostenibles, además de instrumentos ASG. Este abanico conforma un flujo de capital en expansión, con inversores activamente buscando proyectos ambientales confiables, escalables y con impacto verificable.
Para que los países y las empresas accedan al capital verde, los especialistas coincidieron en que el desafío no es solo conseguir fondos, sino estructurar proyectos bancables y trazables que cumplan con estándares internacionales. Para competir por estas inversiones, los países necesitan:
- Fortalecer la gobernanza ambiental y mejorar la transparencia y rendición de cuentas.
- Diseñar proyectos escalables, medibles y financieramente viables, con resultados ambientales claros.
- Incorporar tecnologías digitales, como inteligencia artificial y blockchain, para garantizar trazabilidad, monitoreo de impactos y credibilidad ante los inversores.
A su vez, remarcaron que los inversores globales priorizan iniciativas con impacto ambiental medible, estándares de verificación sólidos, escalabilidad regional, trazabilidad digital y perfiles de riesgo-retorno claros.
Otro punto de consenso del encuentro fue que ningún país de Latinoamérica podrá captar estos fondos de forma aislada. La región necesita avanzar hacia una estrategia latinoamericana integrada, con estándares comunes, cooperación público-privada y articulación con organismos multilaterales.
“La escala es clave. Si América Latina no coordina criterios y sistemas de información ambiental, perderá competitividad frente a otras regiones que ya se están organizando para atraer este capital”, concluyeron.






