(*) Por María Eugenia Bellazzi
Si hablamos de normativa de comunicación de información no financiera, es decir ambiental social y de gobernanza (ASG), el año 2025 llegó con algunas “sorpresas”. Durante los últimos años, Europa lideró la agenda regulatoria ASG con directivas ambiciosas, como la CSRD (Corporate Sustainability Reporting Directive), que buscaban formalizar la información no financiera, garantizar la comparabilidad en términos de compromiso ambiental y fortalecer la debida diligencia en derechos humanos, posicionando al continente como referente global en rendición de cuentas de sustentabilidad corporativa.
Este avance, estuvo acompañado por una convicción de los empresarios de que el Desarrollo Sostenible no era solo un aspecto reputacional, sino un activo estratégico que impacta en el valor de la marca y en el precio de sus acciones. Sin embargo, hoy nos encontramos frente a un contexto cambiante y pareciera incierto: una “desinflación regulatoria”.
Entre avance y freno normativo
El 26 de febrero de 2025 la Comisión Europea aprobó el paquete Ómnibus, que simplifica las obligaciones de sostenibilidad y reduce la carga administrativa para que las empresas puedan seguir comunicando sin renunciar a los compromisos ASG. No es un retroceso, sino un proceso de calibración. Con este nuevo anuncio, la normativa europea ajustó su alcance para volver viable el cumplimiento sin sacrificar la competitividad empresarial.
Esta recalibración mantiene la ambición climática y social, pero introduce cambios estratégicos: recorta el alcance de la CSRD a grandes compañías, retrasa la entrada en vigor de reportes hasta 2028, limita la debida diligencia a proveedores directos, entre otros ajustes. Es, en definitiva, un backlash: una reacción ante el exceso de complejidad y costos que generó la primera ola de regulaciones masivas.
Por su parte, en Estados Unidos crece el movimiento anti ASG en varios estados, la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) pausó las normas de divulgación climática por parte de las empresas por considerarlas “costosas e innecesariamente intrusivas“ y, según Reuters, el apoyo de los accionistas para que las empresas realicen acciones climáticas o sociales cayó al 16 % en los últimos 12 meses, y casi la mitad que hace tres años.
China, en cambio, vive su “año regulatorio de la sostenibilidad”, acelerando inversión para la transición energética, metas net zero e integración de criterios ASG en el sector financiero, lo que refleja una apuesta de largo plazo por la competitividad desde la mirada de la sustentabilidad.
En lo que respecta a América Latina, también comienza a alinearse con los estándares globales a través de la adopción de las normas NIIF de sostenibilidad (IFRS S1 y S2) impulsadas por el International Sustainability Standards Board (ISSB) ISSB y respaldadas por
el BID a nivel local. La región todavía muestra heterogeneidad en su aplicación. Además, la encuesta ESG Latin America Landscape 2024 mostró que un 57 % de las empresas no se sienten preparadas para adoptar estos estándares. Igualmente, este movimiento de
alineación a estándares internacionales de parte de las empresas regionales será clave para
acceder a financiamiento global y participar de cadenas de valor sostenibles. La oportunidad es que quienes adopten temprano obtendrán ventaja reputacional y financiera; quienes esperen, quedarán rezagados.
En particular, ante este escenario internacional, en la Argentina enfrentamos un desafío particular, ya que el país todavía carece de un mandato normativo nacional que exija reportes de sostenibilidad alineados a las normas ISSB, pero la “presión” llega por tres lados: las filiales de multinacionales que ya deben reportar bajo CSRD o IFRS S1y S2, la exigencia de los mercados financieros internacionales, especialmente relacionados con los organismos multilaterales de crédito, y la expectativa creciente de grupos de interés locales. En este marco, las empresas que cotizan en el exterior o que buscan financiamiento en mercados globales están empezando a trabajar en la adopción voluntaria de estándares internacionales para no perder competitividad frente a sus pares regionales.
En la práctica, vemos como las empresas en nuestro país se mueve entre la anticipación y la reacción a demanda de inversores, mientras espera definiciones regulatorias locales. Este es un momento bisagra: quienes integren tempranamente los estándares ISSB a sus procesos de reporte y, principalmente, de gestión armando sus estrategias de sustentabilidad, análisis de riesgos y de doble materialidad; podrán ganar valor de marca, acceder al capital global y construir confianza, mientras que quienes demoren corren riesgo de quedar fuera de las cadenas de valor sostenibles que se consolidan en la región.
Gestionar antes que reportar
Todo este panorama nos muestra que estos movimientos surgen, en parte, de la mano del dilema corporativo ante la realidad: las empresas no pueden desarrollar una estrategia ASG sólo para responder a una normativa.
Queda claro que ante la volatilidad global de los mercados, la permanencia y resiliencia de las marcas es un factor clave en la valuación de las acciones. Entonces, las empresas, para permanecer, primero deben generar impacto tangible, y luego reportarlo, no al revés. Sin
embargo, según el último estudio del IBM Institute for Business Value, la ecuación es la inversa: el gasto en informes de sostenibilidad supera en un 48 % al destinado a innovación sostenible, lo que sugiere que muchas organizaciones están invirtiendo más en comunicar que en transformar.
“Reportar sin gestionar es una trampa: el verdadero valor de la sostenibilidad está en generar impacto tangible, no en acumular papeles.”
Es así como la normativa no debe ser un fin en sí misma, sino como un marco que legitima y orienta las acciones, siempre que se entienda que está en proceso de ajuste. Es importante llegar a un equilibrio entre la regulación, los estándares y la acción, para hacer viable el cumplimiento, garantizar aplicabilidad y conservar la credibilidad ante inversores.
El verdadero valor de la sostenibilidad surge cuando el foco está en la gestión. Los informes son importantes ya que muestran el desempeño y dan a conocer los avances del compromiso de las empresas, pero sin la generación de impacto real y medible, estos documentos pierden sentido. Aquellas que prioricen la acción y luego comunicación son las que ganarán la confianza de los grupos de interés y, en última instancia, del mercado.
(*) Socia de Sustenia