*Por Carla Ponce
El fortalecimiento de las comunidades vulnerables ha sido desde siempre una cuenta pendiente no solo en Argentina, sino en el mundo. Distribución desigual de la riqueza, falta de acceso a oportunidades – en términos educativos y laborales – y pobreza, son las constantes en las que los Gobiernos y organismos sin fines de lucro trabajan desde hace décadas.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),entre 1990 y 2010, la desigualdad aumentó un 11 por ciento en los países en desarrollo, si se considera el crecimiento de la población.Sucede que el 10% más rico concentra hasta el 40% del ingreso mundial. A su vez, el 10% más pobre obtiene solo entre el 2 y el 7% del ingreso total.
Es así que, si nos remitimos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la reducción de las inequidades se plantea como una prioridad – establecida en el Objetivo número 10. Con el fin de mejorar la vida de las generaciones futuras,los ODS reconocen la necesidad de“adoptar políticas sólidas que empoderen el percentil inferior de la escala de ingresos y promuevan la inclusión económica de todos y todas”.
Esta forma de concebir la problemática pone sobre la mesa la asignatura pendiente de crear valor en las comunidades, con un foco largo placista, que garantice una duración en el tiempo.Pero, ¿cómo lograrlo? No hay que dejar pasar un punto clave en la definición anterior, que tiene que ver con el concepto de empoderamiento.
Si acudimos a la Real Academia Española como fuente de consulta, se trata de“conceder poder a un colectivo para que, mediante su autogestión, mejore sus condiciones de vida”. Entonces, ¿por qué no trabajar en fortalecer las capacidades de quienes más lo necesitan? ¿Qué puede ser mejor que contribuir con su autosuficiencia?
Empoderar a través de conocimientos y valores tiene un impacto multiplicador, ya que su alcance no se limita al beneficio directo sobre un grupo etario, sino que también se siembra una semilla de evolución para las generaciones subsiguientes.
Bajo esta línea de pensamiento, la iniciativa The Human Safety Net(THSN) trabaja en Argentina para “lograr que hijos pobres no se transformen en padres pobres”.Se trata de un programa global lanzado por el grupo Generali en 2017, que a nivel local lidera La Caja.
Con foco en padres de niños de 0 a 6 años, y junto a Fundación Emmanuel, ONG que cuenta con sólida experiencia en la temática, THSN brinda jornadas informativas sobre crianza positiva y oficios para dejar capacidades instaladas en comunidades desfavorecidas de la zona de Colonia Urquiza, La Plata. Así, se apunta a desbloquear el potencial humano de las personas para que ellas mismas puedan construir un futuro con más oportunidades.
El programa se basa en la idea de la <ayuda en cadena>, entendiendo que quienes hoy se benefician podrán ayudar a otros el día de mañana. Y cuenta con un equipo de voluntarios formado por empleados de la compañía, que en muchas oportunidades son quienes imparten los cursos a partir de su propio knowhow.
The Human Safety Net viene teniendo una recepción sumamente satisfactoria. Durante 2018, se realizaron 108 capacitaciones, que incluyeron especializaciones en computación, albañilería, alimentación saludable, repostería, entre otras; con un impacto directo sobre 128 familias, e indirecto sobre 1.000 personas.
De esto se deduce que la necesidad está, existe. Ahora bien, el desafío está en qué hace cada uno de nosotros, desde nuestro lugar, para colaborar en acortar la brecha.Es evidente que el empoderamiento es el camino a seguir.
(*) Es Gerente de Empleos, Clima Organizacional y RSE de La Caja.