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Brecha en calidad de vida

Un reciente estudio de la Universidad Siglo 21 señala que las trabajadoras suelen estar más cansadas el final del día, les cuesta más relajarse y tienen menos tiempo para actividades de ocio que sus pares masculinos. Las mayores exigencias familiares, entre las razones.

Por Germán Padinger

Cuando hablamos de desigualdad entre el hombre y la mujer en el ámbito laboral es normal citar estadísticas sobre las diferencias de salario, oportunidades y en las condiciones de trabajo, problemas persistentes de nuestro tiempo. Pero no son los únicos ejes de diferencia que existen y que afectan a la paridad.

De acuerdo a un reciente informe de la Universidad Siglo 21, en Argentina existe también una importante brecha entre hombres y mujeres en cuanto a la calidad de vida, es decir en el bienestar de las personas en relación a su trabajo pero al término de la jornada laboral.
¿Cómo hacen hombres y mujeres para equilibrar el trabajo y la familia, con qué frecuencia se experimenta estrés y agotamiento, qué tan fácil es desconectarse después de un día de trabajo? Éstos son algunos de los ejes en los que cuales la diferencia es marcada y parece basada en un patrón cultural.
De hecho, el 18,6% de las mujeres encuestadas destaca que no tiene tiempo para realizar un hobbie o actividad recreativa, mientras que en los hombres apenas un 4,2% lo sostiene. También se advierte entre las mujeres una mayor dificultad para concentrarse en el trabajo por mantenerse preocupadas por cuestiones domésticas, lo que no se presenta de la misma magnitud entre los hombres.
“Se observa que las mujeres se ven expuestas a más demandas laborales y familiares. Indudablemente hay factores culturales interiorizados, y hay brechas con mayor invisibilidad que otras. Hay demandas que se asumen propias de las mujeres”, explicó el doctor en psicología y secretario de Investigación de la Universidad Siglo 21, Leonardo Medrano, en diálogo con Visión Sustentable.

El agotamiento también es un problema dispar. El 33,2% de las mujeres consultadas dijo encontrarse usualmente agotada tras una jornada laboral, contra un 25,8% entre los hombres. También a las mujeres les costaría más relajarse, ya que el 31,6% lo señaló contra un 23% entre los hombres.
Medrano indicó que el fenómeno normal en estos casos es sentir agotamiento tras largos períodos de estrés, pero las mujeres mostrarían dificultades mayores para recuperarse al final del día, condición necesaria para poner freno a un problema crónico.
Incluso, a pesar de que se encontraron mayores niveles de agotamiento, no se reportaron niveles similares de “cinismo” laboral, es decir una falta de interés e identificación con el trabajo que surge como respuesta de emergencia ante elevados niveles de estrés, como podría esperarse. De hecho, son inferiores a los señalados por los hombres, que muestran a su vez niveles menores de agotamiento.
“El hecho de que las mujeres no desarrollen tanto cinismo es contrapoducente, ya que no abandonan la necesidad de cumplir esas demandas y éstas se mantienen activas”, explicó Medrano.
“A nivel cultural la mujer está más acostumbrada a que se esperen ciertas cosas de ellas. Esto está naturalizado”, indicó, aunque insistió en el carácter “multifactorial” del fenómeno.
El estudio se realizó con una muestra de 1.050 casos de hombres y mujeres entre 18 y 65 años de edad en las ciudades de Buenos Aires, Comodoro Rivadavia, Corrientes, Córdoba, Mendoza, Rosario y San Miguel de Tucumán.

“A nivel cultural la mujer está más acostumbrada a que se esperen ciertas cosas de ellas. Esto está naturalizado…” -Leonardo Medrano, secretario de Investigación de la Universidad Siglo 21-

No se mostraron diferencias significativas entre las distintas regiones del país, aunque sí se manifestó una mayor concentración de niveles de agotamiento, de conflicto entre familia y trabajo y dificultad para desconectarse y disfrutar del ocio en las mujeres de entre 41 y 50 años.

Las mujeres sufren mayor estrés, tienen más dificultades para relajarse y, en consecuencia, son susceptibles de mayores problemas emocionales como la ansiedad y la depresión.

En Argentina, la diferencia de salario llega en promedio al 20% entre hombres y mujeres, según la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT).

Las entrevistas se realizaron por teléfono y los resultados mostrarían un error de muestra del 3,02% y una confianza estimada en el 95%, de acuerdo a la Universidad Siglo 21.
No se mostraron diferencias significativas entre las distintas regiones del país, aunque sí se manifestó una mayor concentración de niveles de agotamiento, de conflicto entre familia y trabajo y dificultad para desconectarse y disfrutar del ocio en las mujeres de entre 41 y 50 años.

“Es necesario repensar el tema de los roles y rever los aspectos naturalizados, como base para el diseño de políticas, por ejemplo, en la diferencia entre las licencias por maternidad y paternidad que mantienen esta brecha”, explicó Medrano. “Hay un factor común cultural de que la mujer tiene un rol fuerte en la casa y no en el trabajo”, agregó.
El especialista explicó también que el Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo 21, que llevó a cabo el estudio, se propone dar sustento estadístico al debate por la desigualdad de género.
Otra disparidad notable recolectada por el informe es entre las mujeres que sienten tensión, dolor muscular, fatiga, ansiedad, problemas de concentración y decaimiento, o cerca del 23%.
Sólo el 10% de los hombres lo indicó, lo que significa la brecha más amplia entre todas las recolectadas por el informe (de un 13%).
Mientras que el 27,2% dijo tener problemas para encarar una nueva jornada laboral, contra el 17,6% entre los hombres.
Es decir que en términos generales las mujeres sufren mayor estrés, tienen más dificultades para relajarse y, en consecuencia, son susceptibles de mayores problemas emocionales como la ansiedad y la depresión.
Y el “ciclo” de esta brecha entre hombres y mujeres, como indicó Medrano, parece comenzar con mayores demandas familiares y laborales que devienen en más estrés. Este mayor estrés limita entonces la capacidad de desconectar y recuperar, generando a su vez agotamiento. Y el agotamiento, finalmente, reduce la disponibilidad de recursos para hacer frente a las demandas, por lo que estas crecen y el círculo vuelve a comenzar.
En los casos más crónicos pueden llevar incluso a la anhedonia, es decir la pérdida de interés y energía por realizar las actividades que antes nos resultaban placenteras.

El continuo problema de los ingresos

La brecha salarial sigue siendo uno de los elementos más notables en la desigualdad entre hombres y mujeres, y puede tener su efecto también en la creación de mayores demandas paras mujeres y en el aumento del estrés.
En Argentina, esta diferencia llega en promedio al 20% entre los salarios de hombres y mujeres, según la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT).
El número coincide con el promedio mundial, de acuerdo al más reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicado la semana pasada en ocasión del Día Internacional de la Mujer.
Pero es superior a la brecha del 16% estimada para América Latina, según datos de CEPAL publicados en 2014. Esto significa que, en promedio, los salarios de las mujeres en la región sólo llegan al 84% de lo que percibe un hombre por iguales tareas, lo que significa sin embargo una mejora con respecto al 71,8% alcanzado en 1990.
En cuanto a la participación en la fuerza de trabajo, la región parece estar mejorando aunque queda mucho por hacer. La diferencia allí es del 25,6% según datos de la OIT, es decir que el 77,1% de los hombres trabajan y sólo el 51,5% de las mujeres. En cambio la mujeres sufren mayor desempleo, de, 9,5%, contra el 6,8% entre los hombres.

Cambios en vista, aunque limitados

Tras asentar a la búsqueda de paridad salarial como eje en su discurso ante el Congreso Argentino, el presidente Mauricio Macri envió un proyecto de ley que busca “la plena observancia de la igualdad de género en la aplicación del principio constitucional de igual remuneración por igual tarea” en los contratos individuales y colectivos.
Pero como única instancia de control el gobierno plantea un “código de conducta” que deberán elaborar las empresas y remitir al Ministerio de Trabajo “para su conocimiento”, tal como publicó el diario La Nación. Sin embargo, no se establecen penalidades para aquellas que no lo cumplan.
La norma amplía también las licencias por paternidad para hombres y mujeres que no hayan gestado, entre otras medidas.

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